En un breve enfoque
arrancado de trozos literarios de varios cronistas peruanos como Juan Granda,
Pablo Macera, Humberto Rodríguez, Meter Klaren, Luis Roca y otros, así como de
versiones orales y escritas de lúcidos octogenarios cayaltillanos, quienes
tanto los primeros como los segundos aluden a los comienzos de Cayaltí y
habiendo concluido su más aproximada realidad de tales informes por sus
estrechas coincidencias, ofrecemos las más importantes reseñas de lo que en realidad
fue esta tierra de la caña dulce.
ETIMOLOGÍA
DE LA PALABRA CAYALTÍ
Según antiguas
versiones orales, la comunidad del Gran Collique, cuya capital quedaba al pie
del cerro de su nombre o cerro Mapa, tenía como principal anexo el fundo de
Cajaltí.
Pero deseando saber
el origen del término Cajaltí, aún entre bastidores, encontramos que esta
frase, deviene de un vocablo antiquísimo, que era el nombre de un indio cacique
que gobernaba toda esa región, en forma omnímoda, sobre las comunidades
cercanas y sobre sus habitantes. Es decir, que era una especie de sultán árabe.
Aquel terrateniente,
sin embargo, había engrandecido sus bienes, y como su trato con sus servidores,
fuese tan generosos y meritorios, los indios hicieron perdurar su nombre:
Cajaltí, el que más tarde, los socios Aspillaga-Zaracóndegui, cambiaron la jota
por la ye. Y la palabra Cajaltí pasó a ser Cayaltí.
Ahora, ¿Por qué el
prefijo, “San Pedro”? afortunadamente, los informes, aún también orales, nos
cuentan que don Ramón, al fundar Cayaltí, mandó construir una pequeña Capilla,
en donde hoy es el velatorio de la Asociación de Jubilados, en la cual mandaba decir
misas, todos los domingos por las mañanas, y en donde los pobladores de la
nueva hacienda acudían a oír las liturgias.
Pues, como don Ramón
había sido un ferviente devoto de la imagen de San Pedro, puso como patrón de
la capilla y de la misma hacienda a San Pedro, que terminó bautizándola con el
nombre completo de “San Pedro de Cayaltí”.
A estas versiones,
agregaremos el mudo testimonio del antiguo campanario, hoy remozado, que sin
palabras nos ofrece claros vestigios de lo que pudo ser aquellas costumbres
domingueras y en donde no necesitamos ser tan intuitivos para avizorar que este
campanario sirvió para llamar a los fieles.
Por lo tanto, creo
que ya tenemos, al menos, una respuesta de lógicos fundamentos del origen del
nombre “San Pedro de Cayaltí”.
FUNDACIÓN
DE CAYALTÍ
De antemano
aclaramos, que cuando mencionamos antiguas costumbres o generaciones, sólo nos
referimos a lo que fue desde sus comienzos, Cayaltí, más no a las costumbres o
generaciones de lo que fue esta región. Es decir, de épocas remotas, mucho
antes de ser Cayaltí, entonces la existencia de estas comunidades, se pierde a
través de leyendas o historias muy antiguas.
Sólo por hablar de
unos dos siglos antes de nuestra contemporaneidad y al alcance de nuestras
limitadas investigaciones toponomásticas sobre los comienzos de Cayaltí,
encontramos que a mediados del siglo XVIII, entonces el fundo Cajaltí, que aún
pertenecía a la comunidad del Gran Collique, era de propiedad del señor (de
origen español) don Juan de León y Rivera Cabeza de Baca, quien era presbítero
en Lima pero natural de Zaña.
Y ya en el siglo XIX,
Cajaltí fue traspasado al español, señor José Leguía y Meléndez, más o menos,
por el año 1820. Pero sólo, tal vez, unos 20 años después, este dueño negoció
Cajaltí, a una familia de apellido Delgado, también de origen español.
Es entonces cuando
encontramos que la firma Delgado, al inicio arrienda la Hacienda Cajaltí
al consorcio Aspillaga-Zaracóndegui-Barúa-Estela (Ramón Aspillaga Ferrebú,
Julián Zaracóndegui, Andrés Barúa y Claudio Estela), quienes por los años 50
del siglo XIX, pasarían a ser dueños de la hacienda, entonces algodonera, en
forma legal y absoluta, según consta en una crónica, desde un 08 de octubre
de 1854.
Más tarde, aquel
consorcio de cuatro personas, fue reducido sólo a dos, cuando Barúa y Estela
renunciaron. Sin embargo, don Julián Zaracóndegui, acompañó a don Ramón hasta
un 23 de noviembre de 1890, época en que el señor Aspillaga, se sentía muy
delicado de salud; y al mismo tiempo, Cayaltí ya era próspero, según consta en
una planilla que data con fecha 01 de setiembre de 1883. Entre tanto, el hijo
mayor de don Ramón, de nombre Ramón Aspillaga Barrera ya estaba administrando la Hacienda.
Entonces ahora
entendemos de que mientras Cajaltí había sido traspasado al consorcio Aspillaga
y compañía en la década del 50 del siglo XIX, Cayaltí fue fundada un 03 de mayo
de 1859, por don Ramón y don Julián, coligiendo sin suspicacia alguna, que don
Ramón I, fue el más pudiente de los otros socios.
Cayaltí, fue fundada
en la fecha que se indica y registrada anta la Real Justicia del Corregimiento
de Zaña y asentado ante los Registros Públicos, con el nombre de “San Pedro de
Cayaltí”. Entonces Cajaltí pasó a ser San Francisco de Popán, y el Gran
Collique pasó a ser San Idelfonso de Cojal; y los demás fundos que rodeaban a
Cayaltí, pasaron a ser sus anexos.
Años más tarde, como
por los años 30 – 40, se agregaron Chumbenique, La Compuerta y La
Otra Banda. Luego en 1968, fueron
adjudicadas las haciendas La
Huaca , Palomino, Culpón, etc.
Anotamos, que si bien
el señor Aspillaga Ferrebú, dejó cuatro hijos: Ramón, Antero, Ismael y
Baldomero, los que más relevancia tuvieron en la historia de Cayaltí, como
propulsores del engrandecimiento y prosperidad de la Hacienda , fueron don
Ramón y Antero Aspillaga Barrera, cuyos hechos son ampliados en los libros:
Historia de Cayaltí, Idiosincrasia del Antiguo Cayaltí y en el pequeño volumen
Cuentos y Leyendas de Cayaltí.
DON
RAMÓN ASPILLAGA FERREBÚ, FUNDADOR DE CAYALTÍ (1845 - 1859)
Algún tiempo antes
del año 1845 desembarcaba al sur del Perú, probablemente en Pisco, el chileno
Ramón Aspillaga Ferrebú, hombre de muy buena posición económica. Instalado por
aquellos lugares, pronto hizo buenos amigos tan pudientes como él, entre ellos
los ricachones: don Julián Zaracóndegui, don Andrés Barúa y don Claudio Estela,
con quienes se asociaría con miras a establecer determinada empresa con apuntes
al sembrío de caña de azúcar.
Como hombres,
seguramente conocedores de esta clase de empresas, pronto lograron la
adquisición de dos fundos: El Palto en Pisco al sur de Lima y San Nicolás en
Supe al norte de Lima, fundos estos adquiridos en consorcio con dichos
accionistas.
Unos años después
entre 1854 y 1855, adquirieron otro fundo, pero este, algodonero al norte del
país, de propiedad de una firma española de apellido Delgado, ubicado en el
Valle de Zaña con el nombre de Cajaltí. Es por esta época que aparece ya en
forma oficial el consorcio Aspillaga, Barúa, Estela y zaracóndegui, según
consta, desde un 08 de octubre de 1854.
Hacemos un hincapié
para señalar que la pequeña población y la residencia de los dueños de Cajaltí,
se asentaban en los territorios que ahora tienen el nombre de Popán. Lo mismo,
su fábrica algodonera, cuyos escombros, así como la plataforma de la casona de
aquellos dueños, todavía hemos alcanzado a conocerlos, siendo el lugar exacto
donde hoy se asienta la vivienda de los colonos Cruzado Gonzáles.
Tomando de nuevo
entonces, los tramos secuenciales del patriarca de Cayaltí, don Ramón Aspillaga
Ferrebú, un tiempo después se casaba con la dama peruana María Barrera, en la
que posteriormente tendría cuatro hijos: Ramón, Antero, Ismael y Baldomero.
Probablemente en sus
primeros años de casado de don Ramón, éste y sus socios Julián Zaracóndegui,
Claudio Estela y Andrés Barúa, decidieron engrandecer el fundo Cajaltí. Para
esto vendieron uno de sus fundos del sur, San Nicolás y se quedaron solamente
con El Palto. El capital de las acciones de San Nicolás debió invertirlo en la
compra de dos pequeños fundos cercanos al suyo, aquí en el norte y lo
bautizaron con los nombres de San Nicolás y San Ramón, los que perduran hasta
hoy. Esto sucedía, más o menos, por el mes de octubre de 1855. Aclaramos, que
los socios Andrés Barúa y Claudio Estela, por estos años se mencionan todavía,
pero luego se pierden, quedando sólo don Julián.
Según otras crónicas
que nos cuentan sobre los comienzos de Cayaltí y sobre su socio inseparable de
don Ramón el señor Julián Zaracóndegui, éste vendió sus acciones a aquel muchos
años después todavía un 23 de noviembre de 1890. Por lo demás ya no se habla de
los otros socios. Y volviendo a Cajaltí, al fin, don Ramón, no se quedó solo en
el fundo, claro ya extendido al sur del suyo; precisamente al sur de éste,
existía una pequeña aldea, asentada en una amplia planicie a la que echaron ojo
don Ramón y su socio que hizo surgir en ellos la feliz idea de fundar allí una
nueva población, teniendo lugar su comienzo un 03 de mayo de 1859, entendiendo
que don Ramón debió fundar Cayaltí en sociedad con el señor Julián
Zaracóndegui, toda vez que éste lo acompaña todavía hasta 1890.
Entonces Cajaltí,
pasó a llamarse Popán y a la nueva población como capital de todos sus fundos
fusionados la bautizaron con el nombre de Hacienda “San Pedro de Cayaltí”, que
perduró hasta 1968 en que pasó a ser primero, Complejo Agrario de Producción
Cayaltí y después, Cooperativa Agraria de Producción Cayaltí Limitada Nº 15.
Apuntes Históricos:
José Cruz Tello Guevara.
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